lunes, 9 de enero de 2012

Pasillos, pepitas y Flacos.


Bastarditos negados, olvidados, traumados, asediados.
Bastarditos convictos y convenientes.
Bastarditos por convicción. Como yo.

Soy una bastarda desde hace poco y así me gusta.
Con la luna sobre mi nariz percibo olores orgasmicos, frío urbano, calor humano y genios con armadura de cartón que visten mi trayecto a la felicidad.
Estaba visitando al flaco, porque se me enciende el switch de la malparidez existencial si no lo veo.
Somos solo dos pedazos de carne y hueso sacudidos por el impulso y con la capacidad de hablar pendejadas.
El me susurra Te amo, y yo le respondo, bien, hágale que estoy de paso.
El toma mi cabello, lo huele y hasta le recita poesía vagabunda una que otra vez.
Abrazados y sudando como en un horno asador, me agarra la cintura y me dice con voz de chivo No te vallas que hace frío afuera.
Flaco yo solo quiero divertirme. Aunque admito que en mi pecho solo existe lugar para esas manitas y ese pelito de nena que me hacen perder la cabeza mejor que cualquier trago.

Otra vez caminando entre cucarachas, escucho ladrar mis calles de asfalto, el flaco me decía, yo te puedo llevar conmigo, vamos a Ingaterra cariño, allá me dan empleo como profesor y vivimos en una linda casa.

Recuerdo que solía pintar árboles púrpura, tocar el violin y bailar Ballet. Fuí al colegio de la congregación del santísimo corazón de Jesús y usé faldón hasta los tobillos. Solía asistir a la iglesia con mamá y papá, estaba en el coro y me echaron por cantar como foca ahogada, tenía medallas, trofeos y buenas calificaciones.

Poco a poco me adentre a una vida ajena a los "valores" inculcados por mis progenitores que pasaron a ser Doña Helena y Don Edgar. Comencé a estudiar psicología en La Católica. Entre análisis de comportamiento y estimulos mentales comprendí, que un loco no puede tratar a otro. Convencí a Don Edgar de que estudiaba y fue así como di con un buen empleo.
Era fácil. Servir una, dos, diez, veinte copas de alcohol, bailar treinta minuticos en una barra, mojarme los senitos con Whiskey y largarme con un fajo de billetes.

Conocí al Flaco un día que no sabía mi nombre, me llevó a su apartamento de burguesito moderno y me dio sopa de pollo. Me leyó algo de un tal Neruda sobre besos y otras cosas ridículas, le presté atención solo porque olía bien y se movía aún mejor. Desde ese momento no existieron más flacos deliciosos, solo él.

Me les perdí a Doña Helena y Don Edgar. Jodieron con los tombos unos cuantos meses, después este bulto pasado por hija fué olvidado. Se quedaron educando a Jacobo y no se si al fin deseó ser ingeniero o proxeneta.

Eres mejor que esto, me dice el Flaco cuando llego sin bañar y algo viajada a su apartamento, vuelve con sopa esta vez de tomate y deja el estéreo en una estación de soft rock diseñada para morir una bonita y naranja tarde de sábado.Besito por aquí, besito por allá, las piernas temblorosas como gelatina y yo me pregunto ¿Este imbécil se enamoró o la sopa de tomate lo pone así? Terminamos y yo me acomodo la melena. Ya vuelvo.
El Flaco sabe que puede ser en una hora o un mes.


Me encuentro con Pepitas, un tipo con cara de cerdo y cuerpo de oso. ¿Entonces que Pepis? Pero que muñeca, ¿viene por más?
Claro que sí, que creía. Paga en efectivo o en afectivo princesa. No tengo plata, pero vamos al baño y me da luego lo mío.
Pienso en El Flaco y sus pequeños ojitos, sus labios delgados, su mirada de perrito abandonado, su cuerpo tembloroso tomando mi cintura. Yo como que me voy al fin del mundo con él.

Desearía no tener a este oso-cerdo respirándome en la cara y rasgandome todita.

Y que vuelvas reinita. Al salir busco el baño de nenitas bessoudas, me meto un dedo hasta la garganta y vomito.Pero valió la pena, lleno mi jeringa, un centímetro...Mi flaco como lo quiero...dos centímetros, me voy con usted a su escuelita extranjera y toco violín, luego nos encerramos en la biblioteca... tres centímetros, Flaco me pesan los ojos, léame a Neruda ¿Le parece?...Cuatro centímetros Deme sopita de tomate a ver si me atrevo con eso del amor. Flaco inyectese un poquito, le regalo mi aguja y este cuerpecito que queda tirado.

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