viernes, 7 de octubre de 2011

Históricamente la paz a representado un símbolo utópico para una sociedad sumida en un sistema conformista, alienador y representante de los intereses económicos y anti populares que mediáticamente y permanentemente están llamados a mantener ese orden, ese establecimiento lleno de anti valores, lleno de ese velo sombrío y nebuloso que cubre las ilusiones de grandes masas organizadas, y preparadas para el cambio insurreccional.
La economía factor de dominio, de explotación del hombre por el hombre, ha sido una garante de ahondar en las desigualdades sociales y de decaer en falsos mundos pintados por las clases dominantes; surgiendo así una dinámica y fuerte lucha entre los hombres para quedarse con el poder desde diversos ángulos ideológicos, que finalmente determinan un dominio sobre otro.
La religión no es la excepción en esta continua disputa del poder, como institución siempre ha estado dirigida por mezquinos intereses, que aún peor que otros aparatos de dominio , se aprovechan del credo en la fe, tocando la espiritualidad y el miedo a un dios superior, omnipotente, omnisciente y omnipresente, que infunde el terror a los mortales. ¿Como puede haber paz con estas superestructuras empeñadas en fijar los designios del poder acumulado en pocos?
Hasta que los hombres no cambien este orden mundial, no habrá paz en el mundo, no existirá la falsa llamada igualdad, libertad y fraternidad que alguna vez nos inculcaron los defensores de la revolución francesa, que siempre estuvo acompañada por esos mismos aparatos ideológicos hegemónicos, que se adaptan a las diversas condiciones que la lucha de clases determina. Diversos paralelismos mundiales, diversas crisis, diversos vicios, diversas estructuras de poder se afianzarán más en la conciencia del que no quiere el cambio, el cambio está en la organización de la población, pero acompañada de una orientación política e ideológica que le dé un nivel elevado de grandeza y de anhelos de luchar por las causas populares.
Es sistemático el problema mundial, no se han podido crear modelos revolucionarios y alternativos que el capitalismo no haya destruido o tachado con adjetivos de estigmatización. Además, si en toda la humanidad la religión no ha podido vivir en paz, ni desde su creación ni en nuestros tiempos actuales de abuso del poder, escudándose en una democracia incipiente y comprada por el puño imperialista, entonces, ¿como puede haber paz? No se trata solamente de criticar y repasar los errores históricos, sino de fundamentar otro tipo de poder, el poder de la transformación social, la transformación de un nuevo desorden mundial sin jerarquías, sin dominios, sin maquinarias apabullantes que busquen el placer del explotador, sin paz manchada de sangre y camuflada en palabras de un discurso doble.