lunes, 5 de enero de 2015

A – R – CH

-¿Qué es esto?- Dijo ella mientras lo tocaba.
-No sé, creo que un tarrito de mentas. No, espera. Creo que los tarros de mentas no son tan gruesos… y no hacen esto- dije mientras contraía mi miembro una y otra vez.
-Ash, es que yo no sé de estas cosas- Dijo mientras se acercaba a mi rostro.
-Fresca, yo tampoco- Dije mientras me mordía el labio inferior. – No tengo idea de lo que estoy haciendo.-

El movimiento frenético de su entrepierna contra la mía me tenía enloquecido. Escasamente podía responder a los tímidos comentarios que ella me hacía; de resto, estaba concentrado en comprobar que lo que estaba viviendo era real, que no era un engaño de mi arrecha imaginación.

Afortunadamente, el gemido que profirió junto a mi oído fue la prueba que disipó todas mis dudas. “Esta nena lo está disfrutando. Qué bien.”  Me dije a mi mismo mientras ella se detenía por un segundo.

-Que rico.
Claro que era rico.
-¿Qué horas son?
-Creo que las seis y cuarenta y cinco.
-Carajo, ya va a llegar mi mamá.
-¿Y entonces?
-No sé. Esta canción y te vas.
-Listo.

Arremetí contra su boca, buscando con desesperación su lengua. No nos importaba el sonido extraño que causaban nuestros labios al separarse. Un sonido como de una chupa destapando un baño. Tampoco nos importaba que la abuela octogenaria estuviera en la pieza de al lado, ella ni cuenta se daba de lo que había estado pasando en la ultima hora. Lo único que nos importaba era refregarnos el uno contra el otro como animales desesperados. Sudábamos, y el sofá de la casa adoptaba la forma de mi silueta acostada a lo largo.

Lástima que era solo esta canción y ya. Una tonta canción ochentera y ya. Si tuviéramos más tiempo podría meterle la mano entre los pantalones y comprobar la humedad de su pequeña flor de Jamaica. Luego extraer un poco de miel con la lengua, como los perros cuando toman agua, así de sucio, así de bastardo. Finalmente, podría  corroborar la firmeza de la tierra que conforma su pelvis, y clavar el estandarte de la victoria sobre el profundo abismo en el que nace toda obsesión; repetir la operación una y otra vez, como una excavadora mecánica, hasta que una pared de látex reforzado frenara con naturalidad lo que viene con la naturaleza, pero que nadie quiere hacer naturaleza. 

Lástima… porque justo en medio de esta canción sonó la puerta.

-Mierda, mi mamá.
-Ups, ¿Y ahora qué hago?
-Di que te devolviste por el casco.
-Ok, voy al baño un momento.
-Listo.

Dejé mis cosas en el sofá donde hace unos segundos mi cuerpo se regocijaba con lujuria. Corrí hacía el baño de invitados y me encerré allá. Me miré al espejo, sonriente y sonrojado, me lavé las manos, tomé agua y escuche atentamente.

-Hola mamá
-Hola, ¿Al fin vino tu amigo?
-Si, está en el baño
-¿Y eso?
-Se le quedó el casco.
Hora de entrar a la función.
-Buenas noches
-Buenas noches
-Mucho gusto, S.
-Un placer S.
-Si, de hecho, ya nos conocíamos, yo alguna vez vine aquí, con una amiga de su hija.
-¿En serio? No te reconozco.
-Supongo, en esa época yo tenía el pelo largo. Ahora… bueno, ahora estoy calvo.
- Jejeje… bueno. 
-Si, como sea, yo solo regresaba por mis cosas. Chao. Hasta luego señora.
-Chao S, hablamos más tarde.
-Hasta luego S.
-Adiós. 

Salgo y cierro la puerta tras de mí, respiro y sonrío. A pesar de no haber coronado, el tiempo que pasé fue excelente. Montando en mi bicicleta olvido prender las lucecitas y por poco me mato con un hueco oculto en la obscura vía. No me importa, estoy feliz y el mundo vale mierda. Ahora soy un tipo grande. 

Con ella no nos volvimos a ver. Varios meses después me enteré de que había conseguido un novio con carro. Que vueltas que da la vida, y uno montando en bicicleta.

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