sábado, 31 de enero de 2015

Suicidio, pereza y mediocridad.

La existencia es un asunto muy jodido. A veces, mantenerse quieto durante mucho tiempo puede tener consecuencias verdaderamente extrañas. 

Según leía hace unos días, para Sartre, la existencia por si misma implica angustia, desamparo y desesperación.  Esto,  ya que somos en la medida en que hacemos, y estos actos están subordinados o determinados a la voluntad consciente, y por lo tanto responsable. Así mismo, nuestros actos individuales determinan nuestras condiciones personales y sociales; además, Sartre expone la existencia de factores que influyen sobre nuestras condiciones, pero que son imposibles de  controlar.

El ejercicio de voluntad trae entonces consecuencias.

Algunos pensadores consideran que es el ejercicio de voluntad y esta conciencia de responsabilidad, lo que debe regir las acciones de los hombres. Para Nietzsche, la voluntad debe engendrar al superhombre.

Pero entonces, ¿Qué sucede cuando uno no quiere hacerse responsable de estas consecuencias? Sin importar lo positivas o negativas que puedan ser ¿Qué debe hacer uno cuando la pereza prima sobre la voluntad? ¿Qué pasa cuando a uno le vale huevo ser un ente existencial, el futuro del superhombre? ¿Qué si uno prefiere quedarse en la cama, sin hacer o pensar absolutamente nada?

Probablemente la respuesta sea algo extrema, más sin embargo es lógica: el suicidio.

El sueño es lo más cercano a la inexistencia. Cuando uno duerme profundamente no sabe que duerme, no está consciente de su propia existencia y por lo tanto no puede actuar de manera responsable / que responsabilice.  En el dormir la acción es arbitraria y el sueño profundo es como no existir. 

Entonces, si disfrutamos tanto de las tardes de inactividad absoluta, o de las largas siestas vespertinas ¿Por qué no abrazar con candor al suicidio, quien nos presenta una dulce e infinita siesta?

Hacer uso de la voluntad, ser consciente y responsable de los actos, reconocer que se es en la medida que se hace, poder concebir la libertad como un asunto de responsabilidad e individualidad… todo esto es engorroso y no provoca más que cansancio físico y mental.

Pero el problema se puede agudizar aun un poco más: partiendo de la base de un espíritu perezoso que trunca cualquier intento de realizar algo ¿no impediría este mismo espíritu el ejercicio propio y liberador del suicidio?

Y en efecto, así es: la propia pereza impide que uno de el salto, ya que este implica un ejercicio de voluntad sobre la condición propia de la existencia, y esto es, igualmente, engorroso. El suicidio entonces estaría traicionando a la pereza en cuanto a medio, más no en cuanto a fin.


Así que a fin de cuentas uno no es un perezoso, sino un asqueroso mediocre.  

4 comentarios:

  1. Las tres de la madrugada es una buena hora para pensar sobre lo abrumador que es existir y todo lo que conlleva. Vivir es guay pero a ratos, ahora mismo me da pereza. Pero como bien has dicho más pereza me da echarme la eterna cabezadita.

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  2. Las tres de la madrugada es una buena hora para pensar sobre lo abrumador que es existir y todo lo que conlleva. Vivir es guay pero a ratos, ahora mismo me da pereza. Pero como bien has dicho más pereza me da echarme la eterna cabezadita.

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  3. Gran reflexión. La tengo presente desde hace tiempo. Por eso mucha gente se suicida al principio de tomar antidepresivos; les dan ese plus de voluntad que le falta en el estado depresivo y apático habitual.

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