Sueño con que un día la economía
global de se desplome y que los Estados se vengan abajo por su propio y colosal
peso. Que el dinero pierda completamente su valor simbólico, y que el papel
moneda no sirva si quiera para limpiar las lágrimas de los hombres.
Tengo la ilusión de que las
corporaciones cierren sorpresivamente un día y las hordas de oficinistas
desempleados siembren el caos y la destrucción en los monumentales templos que
el capitalismo ha erigido para sí en nombre del desarrollo.
Imagino que, un día, los centros
comerciales serán saqueados, pasados por fuego, limpiados por la impecable
lengua de la masa enardecida y necesitada.
Veo a la miseria tomándose el mundo, y no existirá hegemonía violenta
que los detenga.
Las instituciones serán
desmanteladas por una Hidra de infinitas cabezas, sedienta de venganza y
sangre. La criatura se moverá violentamente, sin ningún orden ni ideología ni
mucho menos liderazgo; solo la ira en sus ojos escarlata y la violencia en sus
manos callosas. Los banqueros y empresarios serán ajusticiados en las plazas
públicas.
La barbarie se convertirá en el
pan de cada día. Cada cual tendrá que defender su mundo, porque el Mundo ha
caído.
El caos se posará sobre el mundo con su grácil movimiento, y bajo su
obscuro manto, la más implacable justicia animal, juzgando a la sucia
humanidad.
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