La existencia es
un asunto muy jodido. A veces, mantenerse quieto durante mucho tiempo puede tener consecuencias verdaderamente extrañas.
Según leía hace unos días, para Sartre, la
existencia por si misma implica angustia, desamparo y desesperación. Esto, ya que somos
en la medida en que hacemos, y estos
actos están subordinados o determinados a la voluntad consciente, y por lo tanto
responsable. Así mismo, nuestros actos individuales determinan nuestras
condiciones personales y sociales; además, Sartre expone la existencia de
factores que influyen sobre nuestras condiciones, pero que son imposibles
de controlar.
El ejercicio de
voluntad trae entonces consecuencias.
Algunos pensadores consideran que es el ejercicio de voluntad y esta conciencia de
responsabilidad, lo que debe regir las acciones de los hombres. Para Nietzsche,
la voluntad debe engendrar al superhombre.
Pero entonces,
¿Qué sucede cuando uno no quiere hacerse responsable de estas consecuencias?
Sin importar lo positivas o negativas que puedan ser ¿Qué debe hacer uno cuando
la pereza prima sobre la voluntad? ¿Qué pasa cuando a uno le vale huevo ser un ente existencial, el futuro del superhombre? ¿Qué si uno prefiere quedarse en
la cama, sin hacer o pensar absolutamente nada?
Probablemente la
respuesta sea algo extrema, más sin embargo es lógica: el suicidio.
El sueño es lo
más cercano a la inexistencia. Cuando uno duerme profundamente no sabe que
duerme, no está consciente de su propia existencia y por lo tanto no puede
actuar de manera responsable / que responsabilice. En el dormir la acción es arbitraria y el sueño profundo es como no existir.
Entonces, si
disfrutamos tanto de las tardes de inactividad absoluta, o de las largas
siestas vespertinas ¿Por qué no abrazar con candor al suicidio, quien nos
presenta una dulce e infinita siesta?
Hacer uso de la
voluntad, ser consciente y responsable de los actos, reconocer que se es en la medida que se
hace, poder concebir la libertad como un asunto de responsabilidad e
individualidad… todo esto es engorroso y no provoca más que cansancio físico y
mental.
Pero el problema
se puede agudizar aun un poco más: partiendo de la base de un espíritu perezoso
que trunca cualquier intento de realizar algo ¿no impediría este mismo
espíritu el ejercicio propio y liberador del suicidio?
Y en efecto, así
es: la propia pereza impide que uno de el salto, ya que este implica un
ejercicio de voluntad sobre la condición propia de la existencia, y esto es, igualmente, engorroso. El suicidio entonces estaría traicionando a la pereza en cuanto a
medio, más no en cuanto a fin.
Así que a fin de
cuentas uno no es un perezoso, sino un asqueroso mediocre.
Buen articulo.
ResponderEliminarLas tres de la madrugada es una buena hora para pensar sobre lo abrumador que es existir y todo lo que conlleva. Vivir es guay pero a ratos, ahora mismo me da pereza. Pero como bien has dicho más pereza me da echarme la eterna cabezadita.
ResponderEliminarLas tres de la madrugada es una buena hora para pensar sobre lo abrumador que es existir y todo lo que conlleva. Vivir es guay pero a ratos, ahora mismo me da pereza. Pero como bien has dicho más pereza me da echarme la eterna cabezadita.
ResponderEliminarGran reflexión. La tengo presente desde hace tiempo. Por eso mucha gente se suicida al principio de tomar antidepresivos; les dan ese plus de voluntad que le falta en el estado depresivo y apático habitual.
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