domingo, 1 de junio de 2014

Qué gran mierda. Justo hoy.

Un punto de inicio, la creación del escenario. Sentado, con una novela entre las piernas, recorriendo en bus el trayecto entre su casa y la universidad. Al sentarse el pantalón se ha roto justo en la entre pierna, incomodándolo y haciéndolo sentir mal. Un frío se le mete por la ingle y le llega hasta las huevas.

-Qué gran mierda. Justo hoy.

Re-inicio, otro sitio/situación. En plena avenida, pedaleando a mas de 20 kilómetros por hora, con la frente sudorosa y el corazón palpitante. De repente, uno de los vigorosos pedalazos se ve bloqueado quien sabe con qué. La bicicleta se frena con violencia y por poco sale a volar con todo y maleta. Una vez quieto y en un sitio seguro de los automóviles (cosa imposible) se percata de que su preciado saco azul se ha enredado con el piñón de la cicla. Al desenredar la maraña de tela y grasa puede ver el saco destrozado y el tensor roto.

-Qué gran mierda. Justo hoy.

Una vez más, la suerte no puede ser tan macabra. Faltan seis horas para la entrega del trabajo final de la materia, son las tres de la mañana. Después de una ligera merienda regresa al computador para darle los retoques finales al documento. Para evitar las distracciones durante la ronda final decide cerrar el resto de ventanas y documentos que permanecían abiertos. En medio de un lapsus de frío y sueño cierra el documento sobre el que estaba trabajando. Al abrir la versión recuperada puede observar con horror que la parte más importante del trabajo no se ha guardado.

-Qué gran mierda. Justo hoy.

Vamos, que esto es falta de buena energía. Sale de su casa con una ancha sonrisa en su rostro y el pecho lleno de calor y sueños. Finalmente saldrá con esa muchacha por la que tanto había fregado. Montado en el bus tararea aquella canción para los buenos tiempos. Levanta los brazos, le sonríe a extraños y disfruta del lado soleado del bus. Justo cuando va llegando al lugar de la cita recibe una llamada: por cuestiones de fuerza mayor la cita se ha cancelado. ¡Lástima! ¡Así es la vida! ¡Otro día será! No hay problema. Decide entonces gastarse el dinero de la cita en una función de cine elegante al otro lado de la ciudad y una comida decente para sí. La sorpresa vino cuando, una vez acomodado en la sala del cine, pudo ver como entraba la sonriente susodicha tomada de la mano con aquel imbécil.

 -Qué gran mierda. Justo hoy.


-En efecto parce. Tengo la leve impresión que sufre usted de mala suerte. 

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