Un punto de
inicio, la creación del escenario. Sentado, con una novela entre las piernas,
recorriendo en bus el trayecto entre su casa y la universidad. Al sentarse el
pantalón se ha roto justo en la entre pierna, incomodándolo y haciéndolo sentir
mal. Un frío se le mete por la ingle y le llega hasta las huevas.
-Qué gran
mierda. Justo hoy.
Re-inicio, otro
sitio/situación. En plena avenida, pedaleando a mas de 20 kilómetros por hora,
con la frente sudorosa y el corazón palpitante. De repente, uno de los
vigorosos pedalazos se ve bloqueado quien sabe con qué. La bicicleta se frena con
violencia y por poco sale a volar con todo y maleta. Una vez quieto y en un
sitio seguro de los automóviles (cosa imposible) se percata de que su preciado
saco azul se ha enredado con el piñón de la cicla. Al desenredar la maraña de tela
y grasa puede ver el saco destrozado y el tensor roto.
-Qué gran
mierda. Justo hoy.
Una vez más, la
suerte no puede ser tan macabra. Faltan seis horas para la entrega del trabajo
final de la materia, son las tres de la mañana. Después de una ligera merienda
regresa al computador para darle los retoques finales al documento. Para evitar
las distracciones durante la ronda final decide cerrar el resto de ventanas y
documentos que permanecían abiertos. En medio de un lapsus de frío y sueño
cierra el documento sobre el que estaba trabajando. Al abrir la versión
recuperada puede observar con horror que la parte más importante del trabajo no
se ha guardado.
-Qué gran
mierda. Justo hoy.
Vamos, que esto
es falta de buena energía. Sale de su casa con una ancha sonrisa en su rostro y
el pecho lleno de calor y sueños. Finalmente saldrá con esa muchacha por la que
tanto había fregado. Montado en el bus tararea aquella canción para los buenos
tiempos. Levanta los brazos, le sonríe a extraños y disfruta del lado soleado del
bus. Justo cuando va llegando al lugar de la cita recibe una llamada: por
cuestiones de fuerza mayor la cita se ha cancelado. ¡Lástima! ¡Así es la vida!
¡Otro día será! No hay problema. Decide entonces gastarse el dinero de la cita
en una función de cine elegante al otro lado de la ciudad y una comida decente
para sí. La sorpresa vino cuando, una vez acomodado en la sala del cine, pudo
ver como entraba la sonriente susodicha tomada de la mano con aquel imbécil.
-Qué gran mierda. Justo hoy.
-En efecto
parce. Tengo la leve impresión que sufre usted de mala suerte.
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