domingo, 30 de marzo de 2014

Pesadilla

Luego de una noche de jolgorio, música y alcohol me acosté a dormir. Soñé, como casi siempre lo hago. A eso de las tres de la madrugada desperté, con la garganta seca y la frente húmeda en sudor, efectos claros de haberme acostado con licor en la barriga e ideas insanas en la cabeza. Una boba pesadilla había infectado mi noche y ahora debía pararme de la cama, prender la luz, caminar descalzo por la baldosa fría, mear con los ojos medio cerrados, ir a la cocina, servirme un vaso de agua y regresar a la cama tibia para intentar recobrar el sueño.

Pero la persistente imagen de la pesadilla, cual visión bíblica, casi profética y catastrófica, no me dejó ni si quiera salirme del grueso cubrelecho que tapaba mis extremidades. Mirando al techo pensaba en lo que había visto.

En mi pesadilla sus ojos violentos, antes desconocidos y luego cómplices, se apagan y ella regresa por donde vino para luchar en el pasado. Sus manos llevan las herramientas para no volver jamás y sus gritos la fiera voluntad de ignorarlo todo. Sale por la puerta, ignorando totalmente mi presencia en la sala. Baja las escaleras y se aleja con el cuerpo erguido y dispuesto a darlo todo por nada. Le grito que vuelva, o que tenga suerte, o que haga lo que quiera... en realidad sé que mis gritos son solo vocecillas inútiles en sus oídos, reverberaciones de un extraño con el que alguna vez sintió empatía y nada más. 

La deseo, así yo sea un desconocido. 

Entonces, después de muchos años sin derramar una sola lagrima, lloro copiosamente frente a la ventana y entiendo que uno solo se puede tener su objeto de deseo (maldita obsesión) en algo inalcanzable, lejano y que corre a tus espaldas ignorando tu existencia casi que por completo, o mirándote con irónica condescendencia hasta el fin de los tiempos. Si, esa es la realidad (el sonido de los cristales rompiéndose) del corazón que ha despertado, quizás demasiado tarde, y recuerda que en algún tiempo fue un amante tierno y entregado que no aprendió mucho. He vuelto a sentir 'algo' por 'alguien' y es tanto un imposible como un reloj atrasado. 

La deseo aun mas, sin importar mi poca experiencia. 

La visión prosigue y salgo a perseguirla con la idea ingenua de que si la detengo en ese instante, en ese sueño, podre hablarle como un amigo, sin ningún miedo ni torpeza que se aloje en mi lengua. Enciendo un go-kart e inicio la persecución. El trayecto pasa por una trocha en donde el cadáver falso de un niño maldice a todo aquel que le pasa por encima. Intento esquivarlo, pero durante la pirueta una de mis chancletas cae en un agujero lleno de barro, donde los carros de un judío sefardí, un ruso y un polaco se empeñan en pisarla hasta que desaparece completamente. Freno por un segundo e intento buscar un significado analítico sobre aquella visión, pero me demoro mucho y pierdo tiempo crucial en mi empresa inicial; así que me quedo ahí, parqueado, mirando el polvero que deja aquella pequeña figura femenina que viaja al pasado. Decido dar media vuelta, recoger mi chancleta y volver a ser el mismo tipo frío y ajeno a las cuestiones emotivas. Concluyo además que la visión de los extranjeros pisoteando mi chancla no era más que una visión incoherente de las tantas que puede lograr el inconsciente una mente febril. 

La desee, así fuera por un minuto, creyendo que juntos nos salvaríamos de la destrucción.

Sigo mirando al techo, acalorado en medio de tantas cobijas. Son muchas las formas que se pueden dar en una superficie tan extraña y accidentada, mas cuando es alimentada por la luz perenne del amanecer... amanece en el techo, en el barrio, en toda la ciudad. La pesadilla, la reflexión casi inmediata, el calor y el dolor de estomago que deja el alcohol son realidades ahora difusas gracias a la purificadora luz solar que atraviesa mis gruesas cortinas. Las de mi pieza, pero no las de mi corazón.    


La desee, durante un sueño, y ni si quiera le pude hablar. 

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