viernes, 6 de diciembre de 2013

Robo

-Quiubo a ver gonorrea, se bajó del bicho.

Julián no lo pensó dos veces, ya estaba mamado. Esta semana ya lo habían robado dos veces. El lunes le habían quitado los papeles en un maldito Transmilenio lleno y el miércoles le habían robado la bicicleta mientras compraba víveres en el supermercado. Ahora las ratas iban por el celular. “Mierda, ¿Por qué putas a mi?” Julián evitaba pasar por lugares solitarios, no sacaba a relucir sus aparatos tecnológicos y procuraba no andar muy tarde por la calle. En general era un tipo precavido. Pero esta semana, justo esta semana todo le había salido mal. Ahora, a las 4 de la tarde, en medio de un parque, una garba le estaba pidiendo el “bicho”.

-No tengo hijueputa.
-¿Entonces qué es eso que se le ve en el pantalón? ¿El gomelito se va a hacer esculcar?
-Atrévase imbécil.

El ñero, la garba o la rata. Aquella especie tan conocida y esparcida en este maldito país. Jóvenes delincuentes que se sumergen en el mundo de la violencia y de las drogas desde pequeños. Sujetos que reproducen como conejos, que no finalizan sus estudios y que terminan emulando las practicas de pobreza y violencia del país. No es que sea totalmente culpa de ellos, el estado tiene la culpa en sus inicios, fomentando la desigualdad, extendiendo el conflicto armado, negando oportunidades, ofreciendo una educación mediocre. Pero hay personas que, a pesar de todas estas condiciones adversas, se las arreglan y salen adelante. Pero el ñero, la garba o la rata, esta que está a punto de esculcar a Julián, no está interesada en salir a ningún lado, solo quiere plata para su baretico de cripi, sus pases de perica o para media de Michelado.

“Pa’ saber que estos hijueputa van a terminar siendo policías bachilleres o milicos” piensa Julián mientras la rata se guarda el chuzo y se acerca para esculcarlo. “Esculcar, requisar, la misma mierda es.”

La operación está planeada para no durar mucho. Un robo consiste en intimidar a la víctima, hacer que entregue en el menor tiempo posible sus pertenencias para que finalmente el ladrón emprenda la huida. Pero a veces, las victimas no se asustan tan fácilmente ante la presencia del chuzo, así que los ladrones deben recurrir a otras técnicas de intimidación. En este caso Julián se ha hecho esculcar, todo bajo su propio riesgo.

El ñero esta en frente a Julián, casi que puede sentirle el aliento, puede ver con detalle su cara llena de barros, sus dientes chuecos y amarillentos, su gorra de ese equipo de futbol. “Malparido.” Julián no se aguanta la pierda, y justo en el momento que piensa esa palabra de cuatro silabas ya está cogiendo al ladrón por la nuca y estrellándole la cara contra la rodilla. A pesar de que tienen fama de veloces y ágiles, esta vez no le ha servido de nada a la rata, Julián tomó una ventaja infinitesimal que ahora mancha su rodilla de sangre.

-¡MIRE BIEN A QUIEN VA A ROBAR LA PROXIMA VEZ RATA HIJUEPUTA!

La garba cae sorprendida en su propio juego, el de la violencia. Seguramente, mientras el gomelito parado le llena el estomago de patadas, él ya está pensando en su venganza. Le va a mandar a todo el parche de ratas, le va a dejar ese estomago como colador, esa carita va a quedar pa’ limpiar pisos…  pero entonces todo se vuelve borroso y el buen ñerito se va a dormir.

 ¿De dónde saca un tipo normal tanta ira como para dejar inconsciente a un ñero? 
WELCOME TO THE TERCER MUNDO.

Julián se detiene. Eso fue por su bicicleta y por su maleta, pero aun no es suficiente. Se pone de cunclillas al lado del cuerpo de la rata ensangrentada y empieza a esculcarle los bolsillos. Una navaja, una bolsa con diez lucas de cripi, un IPhone y cincuenta mil pesos en efectivo. Hace un paneo general de la rata y se da cuenta que los zapatos están severos. Se los desamarra y Julián, con una sonrisa en su cara, su pantalón manchado de sangre y sus bolsillos llenos, recita un viejo adagio popular para clamar su conciencia mientras deja el parque:


“Ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón”

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