-Quiubo a ver gonorrea, se bajó del bicho.
Julián no lo pensó dos veces, ya estaba mamado. Esta semana
ya lo habían robado dos veces. El lunes le habían quitado los papeles en un
maldito Transmilenio lleno y el miércoles le habían robado la bicicleta
mientras compraba víveres en el supermercado. Ahora las ratas iban por el
celular. “Mierda, ¿Por qué putas a mi?” Julián evitaba pasar por lugares
solitarios, no sacaba a relucir sus aparatos tecnológicos y procuraba no andar
muy tarde por la calle. En general era un tipo precavido. Pero esta semana,
justo esta semana todo le había salido mal. Ahora, a las 4 de la tarde, en
medio de un parque, una garba le estaba pidiendo el “bicho”.
-No tengo hijueputa.
-¿Entonces qué es eso que se le ve en el pantalón? ¿El gomelito se va a hacer esculcar?
-Atrévase imbécil.
-¿Entonces qué es eso que se le ve en el pantalón? ¿El gomelito se va a hacer esculcar?
-Atrévase imbécil.
El ñero, la garba o la rata. Aquella especie tan conocida y
esparcida en este maldito país. Jóvenes delincuentes que se sumergen en el
mundo de la violencia y de las drogas desde pequeños. Sujetos que reproducen
como conejos, que no finalizan sus estudios y que terminan emulando las
practicas de pobreza y violencia del país. No es que sea totalmente culpa de
ellos, el estado tiene la culpa en sus inicios, fomentando la desigualdad,
extendiendo el conflicto armado, negando oportunidades, ofreciendo una
educación mediocre. Pero hay personas que, a pesar de todas estas condiciones
adversas, se las arreglan y salen adelante. Pero el ñero, la garba o la rata,
esta que está a punto de esculcar a Julián, no está interesada en salir a ningún
lado, solo quiere plata para su baretico de cripi, sus pases de perica o para
media de Michelado.
“Pa’ saber que estos hijueputa van a terminar siendo policías
bachilleres o milicos” piensa Julián mientras la rata se guarda el chuzo y se
acerca para esculcarlo. “Esculcar, requisar, la misma mierda es.”
La operación está planeada para no durar mucho. Un robo
consiste en intimidar a la víctima, hacer que entregue en el menor tiempo
posible sus pertenencias para que finalmente el ladrón emprenda la huida. Pero a
veces, las victimas no se asustan tan fácilmente ante la presencia del chuzo,
así que los ladrones deben recurrir a otras técnicas de intimidación. En este
caso Julián se ha hecho esculcar, todo bajo su propio riesgo.
El ñero esta en frente a Julián, casi que puede sentirle el
aliento, puede ver con detalle su cara llena de barros, sus dientes chuecos y
amarillentos, su gorra de ese equipo
de futbol. “Malparido.” Julián no se aguanta la pierda, y justo en el momento
que piensa esa palabra de cuatro silabas ya está cogiendo al ladrón por la nuca
y estrellándole la cara contra la rodilla. A pesar de que tienen fama de
veloces y ágiles, esta vez no le ha servido de nada a la rata, Julián tomó una ventaja
infinitesimal que ahora mancha su rodilla de sangre.
-¡MIRE BIEN A QUIEN VA A ROBAR LA PROXIMA VEZ RATA HIJUEPUTA!
La garba cae sorprendida en su propio juego, el de la
violencia. Seguramente, mientras el gomelito parado le llena el estomago de
patadas, él ya está pensando en su venganza. Le va a mandar a todo el parche de
ratas, le va a dejar ese estomago como colador, esa carita va a quedar pa’ limpiar
pisos… pero entonces todo se vuelve
borroso y el buen ñerito se va a dormir.
¿De dónde saca un
tipo normal tanta ira como para dejar inconsciente a un ñero?
WELCOME TO THE TERCER MUNDO.
Julián se detiene. Eso fue por su bicicleta y por su maleta,
pero aun no es suficiente. Se pone de cunclillas al lado del cuerpo de la rata
ensangrentada y empieza a esculcarle los bolsillos. Una navaja, una bolsa con
diez lucas de cripi, un IPhone y cincuenta mil pesos en efectivo. Hace un paneo
general de la rata y se da cuenta que los zapatos están severos. Se los
desamarra y Julián, con una sonrisa en su cara, su pantalón manchado de sangre
y sus bolsillos llenos, recita un viejo adagio popular para clamar su
conciencia mientras deja el parque:
“Ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón”
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