Ahora estoy dispuesto a todo. Me
he rendido por completo frente a mi angustia. Deseo someterme a tratamiento,
olvidar toda esta desesperación que me agobia, ejecutar la catarsis, liberarme
de mis complejos, estandarizarme, alienarme, ser un joven feliz y exitoso,
pensar en metas claras, tener objetivos, deseos, hacer ejercicio, conseguir
trabajo, irme de la casa, sentirme feliz y pleno, conseguir una novia estable,
sosa pero querida, graduarme, conseguir un mejor trabajo, casarme, comprar una
casa, comprar luego un lote cerca a un pueblo, construir allí una casa,
adoptar, criar a un niño que se llame Jorge y sea mi orgullo, criar a una hija
que se llame Sofía y sea la luz de mis ojos, tener suficiente dinero para darme
mis gustos, jubilarme, vivir en mi casa de campo, llorar por la muerte de mi
madre pero recordar con cariño su rostro de orgullo y satisfacción, montar
bicicleta, accidentarme, recupérame aunque con secuelas, envejecer, ver a mis
hijos tener hijos, jugar con mis nietos y también verlos crecer, sufrir de
tensión arterial o diabetes, quizás desarrollar un cáncer por mis malos hábitos
en la juventud, pedirle a mi familia que no se preocupe por mí, tomar las
mismas pastillas que tomaba mi madre y mi abuela, reír con mi mujer recordando
la juventud en una tarde de jueves mientras el sol se oculta, pasar navidades
en familia, enviar regalos de cumpleaños, ser el mejor abuelo del mundo,
deteriorarme lentamente, despertarme un día y no poder volverme a poner de pie,
recordar que cuando joven decía que entonces me mataría, no matarme, tomar
todas las medicaciones, ser tan cobarde como para no decidir morir, volverme
cada vez más senil, quizás experimentar un poco de la locura propia de los
viejos, llorar en mis momentos de lucidez porque mi mujer se ve más triste que
siempre, porque aun no me quiero morir… aferrarme como nunca a la vida, pedir
de la presencia de mis hijos y nietos en mi lecho de muerte, entristecerlos y
asquearlos profundamente, pedirles disculpas y luego, después de todo esto, expirar
por última vez y perderme en la bruma de una muerte en paz.
Pero sé que nada de esto va a
suceder.
Cuando acepte someterme a
cualquier clase de tratamiento, me daré cuenta que es tan ingenuo y falso como
ser cristiano o volverse vegetariano. Entonces mi terrible nihilismo me obligara
a renegar de cualquier intento de repararme y no llegaré a ninguna catarsis, no
me liberaré de mis complejos, seguiré siendo un marginal, un joven amargado y
triste, principalmente un resentido, voy a seguir engordando, fumaré y
consumiré más drogas, probablemente esnife cocaína y me vuelva adicto, sediento
de un poder que ninguna experiencia o sustancia puede ofrecerme, tendré poco
sexo casual y ninguna relación importante, seguiré viviendo bajo el techo
materno hasta que mis maletas sean lanzadas por la ventana, con dificultad me
graduaré y conseguiré un trabajo en algo completamente distinto para lo que
estudié, pagaré arriendo en una pieza en el culo de la ciudad, allí me tiraré a
la ingenua hija de la dueña de la casa y la muy fértil quedará embarazada, no
me casaré, ni si quiera formalizaré la relación, me comprometeré a responder
por el niño que está en camino e intentaré conseguir un mejor trabajo, no lo
voy a conseguir, haré malos negocios, pediré prestamos y no los podré pagar,
quedaré en banca rota y entonces nacerá el niño, no podré responder por él,
intentaré escapar pero la demanda de alimentos me perseguirá hasta el fin del
mundo, intentaré suicidarme pero mi cobardía no me dejará, pensaré en alguna
opción, recurriré a mis contactos de juventud, ellos me habrán olvidado,
volveré al trabajo de siempre o pasaré a uno peor, escasamente tendré para
sobrevivir, entonces mi madre morirá con
la vergüenza de haber tenido un hijo igual a su marido, lloraré como nunca en
mi vida e intentaré suicidarme una vez más, algún inquilino me salvará, mi hijo
empezará a crecer con un rencor especial contra mí, no sabría que decirle
cuando estoy con él, le digo que por lo menos no estoy en la casa estorbando a
su madre, luego de unos años perderé su rastro y empezaré a envejecer, ningún
proyecto en el que hubiera invertido algo de energía logró germinar y me
angustiará pensar en lo que haré durante lo que me resta de vida, seguiré
trabajando en el mismo sitio y me emborracharé cada vez más seguido, la
cirrosis atacará junto con la tensión alta, olvidaré tomar mis medicamentos, la
soledad que me acompaña desde la juventud agravará mi salud, a los cincuenta me
veré como de sesenta y a los sesenta mi hijo reaparecerá, me verá con más asco
que lástima, pero él será un buen hombre o una buena mujer y se preocupará por
mí, o eso me hará creer, me comprará un bastón y me llevará a un ancianato de
mala muerte, como esos que pedía mi abuela cuando se sentía desesperada,
entonces conoceré a otros ancianos iguales o peores que yo, al principio mi
hijo me visitará cada semana, cada mes, cada seis meses y luego se olvidará de
mi, entre tanto mi memoria se hará más mordaz, me recordará todos los errores
de mi pasado, lamentaré haber perdido tanto tiempo, lamentaré no haber creído
en nada, lamentaré haber vivido por inercia, lamentaré no haber amado,
recordaré aquel amor que tuve en mi temprana juventud, me llenaré de nostalgia,
lloraré por las noches, todas las noches, despreciaré mi vida, pero seré muy
cobarde como para intentar un tercer suicidio, cada vez saldré a tomar menos el
sol, cada vez me iré encerrando más y más en el laberinto de mi mente
atormentada por la angustia y el dolor, entonces vendrá mi hijo a visitarme, yo
estaré ansioso de conversar con él, pero él solo dirá un par de palabras que no
entenderé y se irá, luego de eso no volveré a salir de mi cama y allí, en un
cuarto apestoso a orines, rodeado de otros patéticos viejitos, moriré sin
gloria y con mucha pena, sin haber disfrutado por un segundo lo que era la
felicidad.
Después de todo esto ¿Cómo no
temerle al futuro?
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