Como desearía en este preciso
momento actuar como un espejo energético y tenaz en el que mi enardecido odio refleje
el halo de la desgracia para aquella maldita bruja, emulando los daños que le
han sido imputados por el azar a su réplica inmediata. Disfrutaría con sincero
desprecio el amargo sabor de saberse podrido por dentro al desearle la
desgracia a un indefenso espíritu canino
que no entiende el poder sígnico que se posa sobre él y el odio que hacia él se dirige.
Que si mis palabras son
verdaderamente poderosas, lo dudo. Que si mis turbios pensamientos puedan
actuar como flechas del destino para orquestar males, lo dudo. Que sea la
voluntad caótica la que decida la configuración de los fútiles hechos que se
dan en los cortos periodos de orden espacio-temporal.
El silencio sea ahora mi
compañero, hasta el día en que suceda la desgracia. Entonces habré de confesar que
el reflejo de mi voluntad ha sido perverso.
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