jueves, 23 de enero de 2014

Rueda

Luz dorada que entra oblicua
bajo el mugroso puente de granito
lugar en donde veo
una larga silueta representativa.

Mis brazos se han congelado,
el frío me aguijonea los poros
y me pongo morado
frambuesa multicolor.

Delirio de un cuerpo cansado.

No siento las piernas
de tanto girar en ejes mecánicos
cerebro-soborna-extremidades
no le creo ni a mi propia mente.

Pariendo un monumental Atlas
atravesando montañas burguesas
y soñando con comer hamburguesas
atravieso el límite de esa imaginaria
línea roja de mi infierno.

Impulsando odio
pedaleando melancolía
liberando adrenalina
expulsando la comodidad
sudando esta mediocridad
y logrando 36 kilómetros
de efímera felicidad.


Así, y solo así, mis siestas son realmente placenteras. 

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