Camaleón difunto, disuelto en colores.
Frunces la entre ceja,
palpando la avenida quinta.
La pulcritud está mediada,
por años de cohesión impartida.
Camaleón diciente, con piel de lagarto.
El tabaco de Solano mira paciente,
en la ventana la espalda de una doña.
Porcelana quebrada en la sala de estar,
Floyd sembrando tréboles de azúcar,
para malestar diabético,
ofreciendo un puesto en la fonda.
Camaleón fugaz, preso inconsciente de un lunar.
Pez racionado en plato de cartón,
flor de coca pasiva, bajo el paladar del niño.
Es el triste orgasmo de la corteza,
fruto bendito de tu lujuria.
Circuncidado en alma y espiritú.
Camaleón con ínfulas de absurdo.
Viene hoy, viene atrás, viene nunca, viene ya.
¡Que piernas y senos acunen tu bastardo nombre!
Irse queriendo, sin querer.
Aplastando bichos con saliva caliente.
Santa Lucía se quita el calzón para tu deleite.
Este es el lugar.
Lugarcito destinado a la insolencia del vocero caído.
Hoy tu sepulcro,
excavado por las garras que trepaste en otros.
Camaleón inepto, reptiliano, extraño y extrañado.
¡Son las diez y la piel se traba en azul humo,
haciendo mierdita tu cena!
Bien hecho. Bien jodidamente hecho Camaleón.
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