lunes, 16 de abril de 2012

Los gemidos del grillo

Ese deseo  de arrancarse la cara, surgía siempre tras una copa de vino y una guitarra desafinada. No solía padecer de vergüenza ¿Acaso eso existe?. Era una tarde tal vez de un dieciséis, sentía la boca seca y decidió sacar del refrigerador un jugo azul que le recordaba los pies de su abuelo difunto, veía de nuevo la imagen de su padre llorando, como un fantasma que sollozaba desconsolado tras la despedida del anciano, la chica corto las uñas de su abuelo y se las llevo a la boca, masticándolas lentamente, sintiendo como le punzaban la lengüita y brotaban pequeñas gotas de sangre de las papilas, ahora era parte de ella aquel hombre que le había enseñado a descuartizar grillos en un pastizal a las afueras de Bogotá a escondidas de su mamá y sus hermanitos pecosos. Terminado el jugo fue a lavarse las manos, tomo el cepillo y lo deslizó tomando todos los nudos de su cabello maltratado, no soportó más de dos tirones y con las tijeras fue cortando mechón tras mechón. Se tomó una foto sonriendo fríamente ante el foco de la cámara, mientras la luz jugaba de testigo, retándola a no mentir, pero cuando hace frío y solo un vestido sucio cubre tu silueta, es más fácil mostrar los dientes como seña de perdición. La comida quería hacerla festín, lamer sus caderas y atragantarse de mujer, para qué querría asomarse entonces en el plato de cereal que había servido dos semanas antes. La leche ahora era una mezcla compacta, amarilla y fétida, ella deslizó los deditos, untó uno de ellos y lo acercó a su hombro. Se sentía bien y deseo continuar con el jugueteo, pero tocaron la puerta. Ella solo quería ser feliz.
En la mañana un tipo de cuarenta y tantos años llamó a la vieja del 315, después tomo una navaja y rajó su cuello de izquierda a derecha, el perro se encontraba aullando y la vieja solo dijo: "El me pidió una urna de cristal".
El muchacho aún tocaba la puerta y la chica vacilaba danzando de puntitas, cuando abrió la puerta, el semáforo de la esquina cambió a verde y un ladrón tuvo que detener su fuga, maldijo en Alemán soltando lo que parecía una caja y un niño de rizos rubí rió. La chica toma al muchacho por la nuca y le besa la boca, la lengua, los dientes, los ojos, las pestañas, el cuello, un lunar, la oreja, la quijada y el pelo. Un gato se lame sobre una urna de cristal, dentro de ella está un anillo de bodas del año 52 y un guante con una particularidad. Nadie investigó el cadáver de Susana Díaz porque creyeron que los peces habían tragado sus dedos. El guante tenía tiritas, tiritas de piel muerta. El muchacho no se contiene y le quita el vestido a la chica, para su sorpresa, el estómago de ella le muestra una foto con aquella sonrisa frente a la cámara y así, completamente desnuda, la chica lo baña con leche cuasi queso y comienza a devorarlo, descuartizándolo como su fuerte abuelo le enseñó.

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