Por una putita
Son las dos
y treinta a eme
y yo intento
escribir un poema que los haga vibrar,
y descubro
que no he encontrado el acento
para hacerme
vibrar
Son las dos
y treinta y dos a eme
y en el
mundo -el mío-
reina el
silencio
y las
palabras -las mías-
no tienen
cadencia, no tienen gracia
-la suma de
las sílabas las frases
y las,
comas- no
significan
son las dos
y treinta y cuatro a eme
y escucho el
relojero y a su segundero
cantarme los
segundos
uno, tras
otro tras otro,
muestran la
sonoridad
de mi vida,
un sólo tono
un sólo tempo,
no hay
melodía
son las dos
y ya casi serán las tres
de otro día
y yo aún
sigo intentando sacudirlos
-intentando
sacudirme-
con alguna
frase emotiva
que les -
me-
deje tieso
el corazón
que les -me-
sacuda las
tripas y el rencor
que les -me-
agrade
escuchar
para poder
ignorar
el sonido
del
reloj.
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