lunes, 3 de noviembre de 2014

Apuntes II

Soy un pobre diablo sin nada para ofrecer. Mi vida es tan aburrida que inclusive me aburro conmigo mismo. No tengo dinero ni carisma. Vivo a expensas de mi madre, no tengo energía para emanciparme y cuando estoy solo no hago nada interesante. Disfruto de cosas tan triviales que difícilmente pueden generar empatía y mucho menos emoción: ver cómo crecen las plantas, salir a montar bicicleta despacio, mirar las nubes, fumar marihuana y dejar que la inconsciencia conduzca la mente. Dibujar mamarrachos al margen de las hojas de papel, o escuchar música extrañamente calmada o parcialmente enérgica.


No puedo dar nada. Nada de seguridad a futuro, porque mi vida es una ruta sin planes; nada de emoción a presente, porque mi vida es un auto sin motor. No hay nada en mi existencia que pueda suscitar la más pequeña chispa de pasión, sensualidad o cariño. Soy gracioso al instante porque es la única forma de blindarme contra las personas: sé que lo están pasando bien, que no se van a aburrir, pero no estoy estableciendo ninguna relación profunda con ellas. Es la distante cercanía del payaso, la ilusión de empatía, un acto de divertido escapismo. 

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