domingo, 8 de enero de 2012

Maldita cobardía

Solo se me ocurrió.
Bueno.
A mí no fue, fue a él.
¡Detrás, detrás, detrás!                  
 
Pero gira la cabeza con cuidado, no vaya a ser que choques nuevamente con la frustración de tu vida perdida. Ahora concentra todo tu ser en aquel recuerdo que machaca, machaca, machaca tu cabeza…
Estabas frente a mí. No. Espera. Espérate. Tú no estabas allí. Me dejaste. Fuiste a fumar hierba y a tocarte sin mí. Ahora entiendo. Yo a ti te odio, te odio, te odio, te odio, te odio. ¡Mierda! Puedo odiarte más y más, pero jamás te amaré menos…

Yo siempre quise que Blas se muriera, desde hace mucho tiempo lo quise. Todas las noches lo mataba de a poquitos. A veces le quitaba un brazo o dos. Pero lo que más le dolió fue cuando le quite la lengua y la sepulte debajo de mi colchón. Recuerdo que él gritaba mientras la lengua se movía, saltaba como si estuviera sufriendo. Pero yo no creo que Blas estuviera sufriendo porque él no sangraba, ¡NO SANGRABA!
¿Ahora entiendes?
Cualquiera odiaría a alguien que no sangre.

En fin, poco a poco Blas se fue muriendo. Su piel era blanca pero ahora era verdecita. Solía tener dos piernas pero ahora sólo tenía una. Solía tener dos ojos pero ahora sólo tenía uno. Solía tener una boca pero ahora sólo tenía…a no sí, seguía teniendo una boca pero esta sólo tenía un diente. Su aspecto era desagradable para los demás, menos mal yo lo tenía escondido en el sótano, para que nadie le dijera lo feo que estaba. Sin embargo él nunca me dio las gracias. Creo que fue porque no tenía lengua y entonces no podía hablar. No, no lo creo, ¡él es un desgraciado!

Como decía, después de que yo jugará unos días más con Blas él se fue. Aún no se adonde. Mi mamá dice que me está cuidando desde arriba pero mi papá dice que se fue a la mierda. Aunque otros dicen que él nunca existió. A veces me confundo y lloro por las noches. No lloro por él, él no me importa. Lloro porque ahora sí que estoy sola. No mentiras. No lloro porque estoy sola, lloro porque el idiota me engaño. Yo creí que él me quería, así sea un poquitico. Yo se que a él le gustaba que yo lo mordiera y lo lastimara porque a él le gustaba el dolor. A ambos nos gustaba. No entiendo porque me engañaba. Yo a él sólo quería destrozarlo desde adentro, pero a ambos nos gustaba. Nos gustábamos. ¡Maldita sea! ¡Maldita perra! Nosotros nunca pensamos cómo vivir, sólo vivíamos y ya. Mientras que tú le dañaste la cabecita, esa cabecita que a mí me gustaba tanto golpear…Te metías al sótano mientras yo me drogaba… ¡y tú lo robabas!  Lo dejabas sin libertad mientras lo llevabas a comer disque carne en salsa con papa con vegetales con jugo de mandarina con helado y disque al médico para que recobrara su deliciosa piel blanca… ¡BASURA!

Fue entonces ese 101 de Septiembre que entré en una depresión inimaginable. La tristeza vino sin ser llamada y sin ser esperada. La nostalgia inundó de nuevo mi corazón y mis lágrimas sabían a sangre fea. Tenía muchos celos. Aún los tengo. Me acurruqué en un rincón del baño y me corté las pestañas, por poco y me corto lo ojos pero justo antes de hacerlo un golpe, un golpe que incluso hoy en día sigo escuchando, me hizo estremecer. Salí corriendo de mi cobardía y entre con afán al sótano de mi amor. Encendí una lámpara que estaba medio rota (por el golpe que le di a Blass con ella) y lo vi allí…tirado en el piso con sangre.
Así es, sangre. Supe de inmediato que algo andaba mal, realmente mal. Lo levanté y lo que vi fue…fue…fue…agg eso envenenó mi alma…era ella. La mató. Estaba bien muertecita. Es como si tu pareja hiciera el amor 6mil veces con otro, pero peor, cien mil veces infinitas peor. Creo que primero le dio un mordisco en el cuello. Al rato le rompió los dedos, uno por uno. Tiempito después le sacó los ojitos y se los metió por el culo. Solamente creo, yo aún no estoy segura de lo que sucedió. Después me agache para darle un beso a la difunta. Giré para verte detrás de mí, pero tú no estabas. Habías desaparecido y no estabas en frente a mí. Fuiste a fumar hierba y a tocarte sin mí.

Mamá dice que me estas cuidando desde arriba, papá dice que te largaste a la mierda, el resto dicen que nunca exististe y yo sólo sé que no tengo ni la más jodida idea de cómo saliste del sótano. Pero aquí lo único que importa es que yo te odio.
Y te odio.

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