miércoles, 22 de abril de 2015

I

Por una putita

Son las dos y treinta a eme
y yo intento escribir un poema que los haga vibrar,
y descubro que no he encontrado el acento
para hacerme vibrar

Son las dos y treinta y dos a eme
y en el mundo -el mío-
reina el silencio
y las palabras -las mías-
no tienen cadencia, no tienen gracia
-la suma de las sílabas las frases
y las,
comas- no significan

son las dos y treinta y cuatro a eme
y escucho el relojero y a su segundero
cantarme los segundos
uno, tras otro tras otro,
muestran la sonoridad
de mi vida,
un sólo tono un sólo tempo,
no hay melodía

son las dos y ya casi serán las tres
de otro día
y yo aún sigo intentando sacudirlos
-intentando sacudirme-
con alguna frase emotiva
que les - me-
deje tieso el corazón
que les -me-
sacuda las tripas y el rencor
que les -me-
agrade escuchar
para poder ignorar
el sonido del
reloj.

miércoles, 15 de abril de 2015

El Hippie y el Mercenario

Una pobremente argumentada apología a la violencia

El mundo está mal y lo sabemos. Pero ¿Cómo cambiar verdaderamente el modelo económico y político del planeta? Desde hace muchos años se ha dicho que la educación es la solución, y vea, seguimos en las mismas. Los activistas creen firmemente en la acción popular, en las manifestaciones, en el trabajo local; y vea a donde nos han llevado las marchas y los plantones. Otras personas, menos abiertas al dialogo, creen que es la violencia (legitima o no) la única que nos puede traer un cambio, y vea las barbaridades que han hecho. 

En lo personal creo que todos están orinando fuera del tiesto, aunque los últimos se acercan mucho a la verdadera solución. ¿Violento? Si, quizás un poco. Pero veamos el problema con atención.

El sistema económico y político es muy grande como para que un simple mortal venga a cambiarlo de la noche a la mañana. Sin embargo es evidente que este cambio es necesario y es urgente. Para dentro de algunos años el planeta no va a dar a vasto y será imposible sustentar la especie. El capitalismo nos ha hecho sus esclavos: las generaciones son cada vez más estúpidas y la tecnología va aumentando su dominio año tras año. Ayer fueron los teléfonos inteligentes, hoy la ingeniería genética y que alguien se apiade de nosotros para mañana. Razones sobran para argumentar la necesidad de un cambio.

Ahora bien, haciendo un recorrido concienzudo de la historia de la especie humana, es apenas evidente que es el ejercicio de la violencia el que determina no solo la configuración de los Estados modernos, sino la misma condición de la vida biológica. Violencia en todos los sentidos: tanto física como simbólica. Por eso es que mi propuesta consiste en hacer uso de esta violencia para salvar este mierdero. Y propongo que sea violencia de la de verdad, de la que sirve, de la de bombas y pistolos.

Seguramente a este punto las mentes más pacificas de nuestra sociedad ya habrán pegado el grito en el cielo. Pero les digo, no se afanen. Aun queda más para leer y un poco por reflexionar. Siéntense y lean con atención.

Ahora bien, la tesis del problema reside en responder de manera correcta la siguiente pregunta: Entre un mugroso hippie vegano y un mercenario bien entrenado ¿Quién podría aportar más en la construcción de un mundo mejor? Por razones obvias la mayoría de personas respondería que el hippie es la persona más adecuada, ya que en él están los valores de la tolerancia y el respeto necesarios para una convivencia en armonía con el medio ambiente y con sus congéneres.

Suena la bocina, la respuesta es incorrecta.

¿El mercenario?  

Si, el mercenario. Para construir primero hay que destruir, y si de destruir se trata, un mercenario es la mejor opción. Más aun teniendo en cuenta que no es cualquier florero viejo el que hay que romper, sino un complejo y repúgnate sistema económico y político que lleva décadas arraigado al planeta.

Cuando la infección es fuerte, el antibiótico debe ser más fuerte.

Pongamos un ejemplo: Hay una manifestación en Europa (o cualquier parte del mundo) porque el FMI (O cualquier entidad de control) se los está culiando a todos. Miles y miles de personas indignadas y conscientes del problema se unen en una voz para demostrar su inconformidad frente a las medidas. Las fuerzas del orden arremeten contra los manifestantes y empiezan los disturbios. Hay heridos por parte y parte, pero a la hora de la verdad no se logró nada, las leyes siguen jodiendose a la gente y los poderosos siguen arriba. En otras palabras, lo que sucedió fue un derroche de violencia gratuita, completamente insubstancial y sin ningún efecto tangible.

Las personas indignadas ahora hacen un plantón frente a la sede del banco (o la empresa o el gobierno) para exigir que su voz sea escuchada. De nuevo sucede lo mismo, llega la fuerza del orden, los ánimos se caldean, hay violencia, muertos y heridos, pero ganan el organismo mejor equipado y entrenado. La policía ratifica a través de la fuerza la dominación de ese puñado de cerdos manipuladores que están arriba.

Al final del día el hippie llora de impotencia, el policía descansa en su casa con su familia (y su mente perturbada) y el político, el banquero y el empresario disfrutan del mejor champagne del mundo mientras planean cual será su próximo golpe para quedarse con todo. Recordatorio rápido: ni los políticos, no los banqueros ni los empresarios tienen alma.

¿De qué sirvieron las pancartas, los trinos, los posteos y las arengas del hippie? De nada. Igual lo hirieron, igual se crearon leyes para joderlo, igual va a salir perdiendo.

Ahora visualicemos el panorama con un grupo de mercenarios contratados específicamente para una misión: asesinar a sangre fría a todos  los cerdos involucrados con la medida diseñada para joder a la gente y destruir cualquier soporte físico o virtual de la ley. El mercenario no tiene nada que perder, ha entrenado y está perfectamente equipado, además para eso le pagan, para matar.  

Al final del día el mercenario está fuera de las fronteras del país, el hippie ahora puede concentrarse en la construcción de sus descabelladas utopías, y el banquero, el político y el empresario están donde deben estar. Imaginen eso multiplicado por mil, bombas en Wall Street, en Frankfurt, la Casa Blanca ardiendo, la sede de Naciones Unidas en ruinas… el más bello inicio para un mundo mejor.  

En conclusión, es más útil un mercenario que un maldito hippie vegetariano progresivo e intelectualioide. 

Oigo los aplausos y los gritos de júbilo, pero también las voces de exaltación e indignación.

Muchas personas creen que es la responsabilidad del ser humano, como animal dotado de inteligencia, lenguaje y cultura, cambiar el modelo bajo el cual se ha regido la historia de la vida desde sus principios. Crear una sociedad justa, en el que no sean los viles instintos los que nos dominen sino la tolerancia y el respeto por los derechos humanos, en donde todos los seres humanos puedan lograr la plenitud, en el que no sea necesario el asesinato de animales inocentes para asegurar la subsistencia alimentaria de la especie, en el que la tecnología esté al servicio de la salud y el bienestar, en el que la democracia sea directa y efectiva, en el que nuestra existencia pueda desarrollarse en armonía con la de los demás seres vivos. En fin, el paraíso en la tierra. Y claro, comparto esa visión, pero no se puede negar la olla de inmundicia que tenemos en frente. Nada va a cambiar hasta que el modelo actual sea completamente destruido.


Y si no tengo razón, ¿Dónde están los hippies cuidando a este rinoceronte blanco? Porque lo que veo en la fotografía son guardabosques bien armados y entrenados y no un puñado hippies bienintencionados con pancartas pidiendo el favor. Jaque mate. Si de verdad quieren cambiar al mundo hagan las cosas bien: métanse al Ejército, entrenen fuertemente, cómprense unas buenas pistolas y cárguense un puto banquero o un asqueroso político. Créanme, la humanidad entera se los agradecerá.