Últimamente
la gente escribe muchos poemas sobre la poesía, pero en realidad no hace
poesía. Entre esa gente estoy yo. Escribimos que la poesía es esto, que la
poesía es aquello, que la poesía es esto otro, pero en realidad casi nadie se
sienta a hacer la juiciosa y concienzuda tarea de escribir un poema. Y no hablo
de cualquier poema culo de internet, hablo de poemas de verdad.
Ahora
bien, muchos se preguntaran a que me refiero con un poema de verdad. Quiero
aclarar, antes que nada, que los poemas que he escrito, salvo uno o dos, no son
poemas de verdad. Repito, y en mayúsculas: YO NO HE ESCRITO POEMAS DE VERDAD.
Una vez
hecha la aclaración, procedemos. ¿Qué es un poema, un poema de verdad? Un
poema es una construcción literaria en la que se expresan, de manera estupenda
y con especial cuidado, las emociones humanas. Así de sencillo. Obvio, es fácil
definirlo, pero a la hora de la verdad escribir un poema es toda una hazaña.
Ante todo
porque requiere de una sensibilidad superior. Captar la belleza y la
complejidad de las emociones humanas no es sencillo, hay que estar alerta, con
la mente abierta y el corazón (válgame aquí la cursi figura poética) dispuesto para atrapar la esencia misma de las emociones
humanas. Y es que con toda sinceridad debo apuntar que estar borracho, trabado,
enamorado o entusado no es suficiente, más a esta edad, más con estos tiempos
que corren. Si bien son unas de las emociones humanas más frecuentes, no son
las únicas, y no logran captar ni la más mínima parte de la compleja gama de
emociones de la que está hecho el ser humano. ¿Dónde queda el deseo más allá de
lo romántico o lo sexual? ¿Aun queda sentido de sacrificio? ¿Aun existen héroes
y tragedias? ¿Aun hay fascinación por lo minúsculo? ¿Por la hormiga que pasa,
por la mancha de grasa? ¿Y lo colosal? Más complicado aun, ¿Dónde están las
emociones oscuras? ¿Dónde el odio y el desprecio? ¿Dónde la mala intención y el
rencor? ¿No estamos llenos de villanos? ¿No somos nosotros mismos personas malas?
¿Dónde está la angustia más allá del egoísmo? ¿Dónde el miedo a la extinción,
el terror a la muerte?
Lastimosamente
nunca hemos escrito poesía, y si lo hemos hecho, ha sido una poesía local,
completamente alejada de lo que se podría entender como poesía de verdad,
poesía universal, poesía que retrate los sentimientos humanos. ¿Dónde está el
amor, más allá de mi obsesión egoísta? ¿Dónde la metrópoli más allá de Bogotá?
Y luego, tras
el problema de los temas, se suma el asunto del lenguaje. Si bien estos tiempos
ya no exigen el uso de una rima, una métrica y una poética tan ajustada como en
otras épocas de la historia, creo que nunca está de más construir poemas que,
por lo menos, sean respirables. No le voy a echar la culpa al verso libre, me
parece que bajo esta modalidad se han escrito obras magistrales, poemas de
verdad. Tampoco voy a defender violentamente el regreso al verso alejandrino,
al endecasílabo, a la rima asonante, ya que además de ser anacrónico, estaría
imponiendo un yugo difícil de llevar. Sin embargo si me preocupa que muchas
veces los versos no tengan ritmo o musicalidad, o que a veces ni si quiera hayan
versos. Aquí está la diferencia fundamental entre un puñado de frases lindas y
un poema. En el poema las frases crean relaciones, oposiciones, hay
regularidades, repeticiones, se construye una unidad total.
Finalizando,
debo reconocer que hoy volví a fallar, justamente con respecto a la premisa
expuesta al principio del texto: volví a escribir sobre la poesía. Esta vez más como un analista, casi como un
crítico. Me duele no poder escribir un poema, no tener la sensibilidad para
atrapar las emociones humanas, no tener la dedicación para construir un poema
palabra por palabra. Lastimosamente, y por el bien de mi salud mental, debo
renunciar, si alguna vez fui llamado de esa forma, al título de joven poeta. No
soy más que un charlatán. Una vil mentira.
Por lo
demás, la tarea está aún por hacerse, que los poetas escriban poesía, buena
poesía, poesía de verdad… aunque a nadie le importe, aunque el mundo siga
girando y el poeta muera de hambre ¿Acaso eso no lo sabemos ya? ¿Para qué
seguir haciendo hincapié en ello? ¡A escribir!