Luego de una noche de jolgorio, música y
alcohol me acosté a dormir. Soñé, como casi siempre lo hago. A eso de las tres
de la madrugada desperté, con la garganta seca y la frente húmeda en sudor,
efectos claros de haberme acostado con licor en la barriga e ideas insanas en
la cabeza. Una boba pesadilla había infectado mi noche y ahora debía pararme de
la cama, prender la luz, caminar descalzo por la baldosa fría, mear con los
ojos medio cerrados, ir a la cocina, servirme un vaso de agua y regresar a la
cama tibia para intentar recobrar el sueño.
Pero la persistente imagen de la
pesadilla, cual visión bíblica, casi profética y catastrófica, no me dejó ni si
quiera salirme del grueso cubrelecho que tapaba mis extremidades. Mirando al
techo pensaba en lo que había visto.
En mi pesadilla sus ojos violentos, antes
desconocidos y luego cómplices, se apagan y ella regresa por donde vino para
luchar en el pasado. Sus manos llevan las herramientas para no volver jamás y
sus gritos la fiera voluntad de ignorarlo todo. Sale por la puerta, ignorando
totalmente mi presencia en la sala. Baja las escaleras y se aleja con el cuerpo
erguido y dispuesto a darlo todo por nada. Le grito que vuelva, o que tenga
suerte, o que haga lo que quiera... en realidad sé que mis gritos son solo vocecillas
inútiles en sus oídos, reverberaciones de un extraño con el que alguna vez
sintió empatía y nada más.
La deseo, así yo sea un desconocido.
Entonces, después de muchos años sin
derramar una sola lagrima, lloro copiosamente frente a la ventana y entiendo
que uno solo se puede tener su objeto de deseo (maldita obsesión) en algo
inalcanzable, lejano y que corre a tus espaldas ignorando tu existencia casi
que por completo, o mirándote con irónica condescendencia hasta el fin de los
tiempos. Si, esa es la realidad (el sonido de los cristales rompiéndose) del
corazón que ha despertado, quizás demasiado tarde, y recuerda que en algún
tiempo fue un amante tierno y entregado que no aprendió mucho. He vuelto a
sentir 'algo' por 'alguien' y es tanto un imposible como un reloj atrasado.
La deseo aun mas, sin importar mi poca
experiencia.
La visión prosigue y salgo a perseguirla
con la idea ingenua de que si la detengo en ese instante, en ese sueño, podre
hablarle como un amigo, sin ningún miedo ni torpeza que se aloje en mi lengua. Enciendo
un go-kart e inicio la persecución. El trayecto pasa por una trocha en donde el
cadáver falso de un niño maldice a todo aquel que le pasa por encima. Intento
esquivarlo, pero durante la pirueta una de mis chancletas cae en un agujero
lleno de barro, donde los carros de un judío sefardí, un ruso y un polaco se
empeñan en pisarla hasta que desaparece completamente. Freno por un segundo e
intento buscar un significado analítico sobre aquella visión, pero me demoro
mucho y pierdo tiempo crucial en mi empresa inicial; así que me quedo ahí,
parqueado, mirando el polvero que deja aquella pequeña figura femenina que
viaja al pasado. Decido dar media vuelta, recoger mi chancleta y volver a ser
el mismo tipo frío y ajeno a las cuestiones emotivas. Concluyo además que la
visión de los extranjeros pisoteando mi chancla no era más que una visión
incoherente de las tantas que puede lograr el inconsciente una mente
febril.
La desee, así fuera por un minuto,
creyendo que juntos nos salvaríamos de la destrucción.
Sigo mirando al techo, acalorado en medio
de tantas cobijas. Son muchas las formas que se pueden dar en una superficie
tan extraña y accidentada, mas cuando es alimentada por la luz perenne del
amanecer... amanece en el techo, en el barrio, en toda la ciudad. La pesadilla,
la reflexión casi inmediata, el calor y el dolor de estomago que deja el
alcohol son realidades ahora difusas gracias a la purificadora luz solar que
atraviesa mis gruesas cortinas. Las de mi pieza, pero no las de mi corazón.
La desee, durante un sueño, y ni si quiera
le pude hablar.